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dimanche 4 mars 2012

WIKILEAKS-ANONYMOUS/DESDE REBELION



WikiLeaks 2.0: La asociación de Julian Assange con Anonymous podría transformar el paisaje del hacktivismo

AlterNet

Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez






Tal vez acabe de nacer un nuevo activismo, el de la transparencia.
El 27 de febrero fue un día grande para WikiLeaks. Acaba de hacer públicos 500 millones de documentos internos robados a la empresa privada Stratfor, dedicada al ámbito de la inteligencia, obtenidos supuestamente en diciembre por el colectivo hacktivista Anonymous. Es descomunal; es la primera vez que Anonymous coopera con una entidad convencional, lo que ha conferido unas dosis de legitimidad política sin precedentes a este grupo, a menudo inexpugnable. ¿Por qué? ¿Qué puede obtener de la colaboración esta extraña pareja? Con esta colaboración Anonymous ha adquirido una credibilidad renovada y WikiLeaks ha conseguido una nuevo y valiosísimo recurso. Esta alianza potencialmente poderosa podría marcar el futuro de la economía de las filtraciones; y esta tosca simbiosis proporciona a ambas partes exactamente lo que necesitan para avanzar. Una nueva era de activismo de la transparencia podría acabar de nacer.
Hasta ahora, Julian Assange y otros portavoces de WikiLeaks se han distanciado sutilmente de Anonymous como si se tratara de un molesto hermano pequeño. WikiLeaks, al menos, intenta operar en el marco de una legalidad internacional dispar y parece no tener nada que ver con una marca de hacktivismo que también es responsable de inundar Facebook con pornografía dura y violenta, entre otras actividades desagradables.
Pero este movimiento llega en un buen momento para WikiLeaks. La organización se ha visto al borde del colapso durante el último año debido a una disputa interna y a las siempre crecientes cuentas legales. Es vulnerable a los ataques de muchos frentes: de hackers rivales y terroristas «patrióticos» o ataques judiciales de los gobiernos, ejércitos y empresas. Quizá lo peor de todo sea que ha fomentado la fama de su líder, Julian Assange, hasta el extremo de que el centro de interés de los medios de comunicación han dejado de ser las propias filtraciones, sino la espectacular historia del rostro más célebre de la organización.
El primer éxito de WikiLeaks no se basó en su capacidad para difundir información delicada, sino en la afortunada irrupción que consiguió hacer con Bradley Manning, un informante del ejército estadounidense que podría haber filtrado los datos con idéntica facilidad pero de manera anónima desde un cibercafé escogido al azar. El ostensible valor que WikiLeaks proporcionó a Manning fue la defensa legal. Y en ese frente ha fracasado estrepitosamente. Para decirlo sin rodeos: WikiLeaks está en crisis y tal vez lo único que pueda salvarla es una fuente novedosa y continua de filtraciones nuevas.
Por su parte, Anonymous ha salido del fango de la cultura especializada en Internet, concebida inicialmente como cajón de sastre para los duendes de la red que se dedicaban a cometer actos indiscriminados de acoso cibernético, unas veces divertidos y otras, espantosos. A finales del año 2007, unos cuantos de sus miembros se dieron cuenta de que su capacidad para rentabilizar el poder de millares de especialistas aburridos de todo el planeta rendiría aún más si se utilizaba contra un malvado al que se percibe muy consolidado: la Iglesia de la Cienciología. A partir de ahí, Anonymous irrumpió en los medios de comunicación con protestas directas y la máscara hoy día omnipresente de Guy Fawkes. En diciembre de 2010, Anonymous atacó a PayPal, Visa y Mastercard por negarse a tramitar las donaciones a WikiLeaks, lo que dejó sus páginas web fuera de combate durante la Operación Payback. Desde entonces, la lista de blancos se extendió a las empresas de seguros, las grandes agencias de noticias, las plataformas de videojuegos y muchos más. Han conseguido atacar docenas de objetivos, algunos de los cuales son multinacionales y empresas oficiales.
En los últimos seis meses, la marca Anonymous se ha estirado hasta abarcar casi cualquier reto contracultural. Si se tratara de una marca comercial, los analistas calificaría este proceso de disolución de la identidad de marca. Dada la neblinosa naturaleza de quiénes son los miembros y dirigentes de Anonymous, si es que se pueden emplear estos términos para describir al grupo, Anonymous ha acabado por significar muchas cosas para muchas personas. Para algunos, todo consiste en atacar a la Iglesia de la Cienciología. Para otros, se trata de una herramienta de la campaña «Somos el 99 por ciento». Otros preferirían que el grupo recuperara sus raíces de duende y aterrorizara a mocosas de 11 años en YouTube.
Mientras tanto, los medios de comunicación van dando cuenta cada pocos días de las nuevas amenazas de Anonymous, muchas de las cuales jamás parecen llegar a buen término. Cuando Anonymous afirmó el pasado otoño que iba a «acabar» con Facebook y «borrar» de Internet a la bolsa de Nueva York, las amenazas aparecieron publicadas por las agencias de noticias más importantes como si un dirigente mundial hubiera declarado la guerra a un país vecino. Y entonces llegaron los repliegues, las advertencias y la marcha atrás generalizada. Resultó que cualquier miembro de Anonymous puede realizar uno de ellos escalofriantes llamamientos a la acción en YouTube con el software gratuito de creación de películas que viene de regalo con un ordenador normal y corriente. Los periodistas se dieron cuenta de que no podían ponerse a informar de cada amenaza ociosa que apareciera en Twitter, lo que ha costado a los Anonymous buena parte de su credibilidad.
Hoy día, los medios de comunicación dudan mucho más a la hora de publicar primicias que tengan que ver con la actividad de Anonymous. A menos que un periodista esté dispuesto a enterrarse en lo más profundo en la cultura underground de Anonymous (un proceso que llevaría meses de establecer relaciones y realizar investigaciones rigurosas), no tendrá modo alguno de confirmar la validez de un ataque de Anonymous a menos que le informe de él la víctima. Por otra parte, Anonymous tiene la oportunidad de convertirse en una maquinaria de publicidad poderosa para las causas de los activistas, sencillamente porque los medios están hambrientos de cubrir ataques auténticos. El grupo tal vez sea más adepto a hackear los medios de comunicación, generando con ello toneladas de interés en torno a una cuestión concreta, que a realizar intrusiones reales en redes.
Lo cual es la razón por la que la reciente «asociación» de Anonymous con WikiLeaks tiene tanto sentido. Anonymous puede conseguir algo bueno para WikiLeaks porque, sumido en el anonimato, está dispuesto y es capaz de operar al margen de la ley. Por su parte, WikiLeaks suministra a Anonymous un poderoso canal de promoción. Los medios de comunicación confían en WikiLeaks. Tiene dirección postal y un portavoz oficial. Es capaz de añadir una capa de credibilidad a cualquier filtración que haga pública porque tiene personal contratado.
WikiLeaks y Anonymous podrían demostrar ser aliados poderosos en su guerra conjunta contra la corrupción gubernamental y empresarial. WikiLeaks depende desesperadamente de conseguir nuevas filtraciones y Anonymous se alegra de corresponder con un nuevo compromiso de ataques programados regularmente. Una WikiLeaks recién revitalizada ocupa una buena posición para suministrar recursos analíticos para la revelación de las filtraciones de Anonymous, de tal forma que se puedan desbrozar de forma rigurosa para el consumo fácil de los medios de comunicación.
En igual medida que Anonymous intenta presentarse ante los medios de comunicación como una fuente legítima de información filtrada, siempre va a hacerlo con las zapatillas desatadas, la camisa por fuera y aterrizando. Anonymous podría con la misma facilidad descargar 5 gigas de información delicada en una página web como Pastebin, donde se alojan millones de textos anónimos subidos con anterioridad, pero en el año 2012 es mucho menos probable que los periodistas los encuentren, y menos aún que confíen en ellos. Por ahora, necesitan a WikiLeaks como intermediario, un hermano mayor que le diga a mamá: «esta vez dice la verdad, yo lo he visto todo, lo prometo».
Todavía está por ver si los correos filtrados de Stratfor van a contener algo de lo que merezca la pena hablar. Seguramente WikiLeaks seguirá distanciándose de Anonymous, al menos públicamente, puesto que cualquier sociópata puede afirmar que representa al grupo. Anonymous es demasiado imprevisible y WikiLeaks no está en condiciones de encajar más mala prensa. Si está trabajando codo a codo con Anonymous, WikiLeaks va a restar a la relación el máximo relieve posible para protegerse. Aún así, dependiendo de la capacidad de Anonymous para extraer futura basura, la colaboración representaría un paso adelante para ambas instancias.

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