Si se acaba el mundo este 2012, Chile se irá al carajo batiendo al menos dos récords mundiales en materia indígena. Veamos.
- Habrá sido el único país de América Latina que no reconoció jamás pueblos indígenas en su Carta Magna. Chile es un Estado unitario y una “nación única e indivisible”, señala la Constitución heredada de la dictadura militar o, lo que es lo mismo, Chile es un país de blancos, descendientes de europeos y a quien le quepa alguna duda, ahí tiene los comerciales de Paris o Falabella para terminar de convencerse. Un colega francés, de visita en Chile, me comentaba con sorpresa sus primeros días en un hotel de la capital. “Prendes la televisión local, haces zapping, miras los spot comerciales y puedes llegar a pensar que aterrizaste en Estocolmo y no en Santiago”, me dice. “Pero sales a la calle, paseas por el centro cívico y bienvenido al Chile real… esto tiene algo de enfermizo, ¿no crees?”.
Sí, bastante tiene de enfermizo, pero bueno, el chileno es un animal de costumbre y hasta los mapuches, debemos reconocerlo, caímos en su tiempo en aquello de ocultar los apellidos, cambiarnos de nombre y apostar por blanqueamientos varios. Le sucedió a la generación de nuestros padres y tíos, los mismos que hoy rondan los 60 años y migraron a la capital en los 70’. “En aquellos años la cosa era brava, sobrino”, me cuenta un tío. “Indio de mierda era lo más suave que te decían”, agrega. Es verdad. Antes la cosa era mucho más brava. Mi padre, que arribó a Santiago desde Carahue para cumplir su servicio militar, sufrió lo mismo. Pudo quedarse pero no lo hizo. No soportaba el racismo y apenas pudo regresó al sur, junto a los suyos. “Se sentía como pollo en corral ajeno”, me dijo una vez mi madre.
Pollos en corral ajeno. Eso somos los mapuches en el Chile del 2012. Y también los Aymara, Likan Antay, Rapa Nui, Diaguitas, Kaweskar y Selknam, condenados en la Carta Magna a ser simple folclore o plato de acompañamiento. Y convengamos a estas alturas que la culpa no es solamente de Pinochet y sus secuaces. Hasta donde sabemos, el anciano dictador y ladronzuelo solo repitió lo que muchos ya habían escrito antes. Hace poco, en la propuesta de Reformas Políticas firmada por la DC y RN, los arquitectos del “nuevo Chile” insisten sorprendentemente en lo mismo: “Chile es un Estado unitario y una nación única e indivisible”, señala el bendito documento. Ojo; 2012, pleno siglo XXI. Cuek!
- Habrá sido el único país de América Latina que persiguió terroristas en “un país libre del flagelo del terrorismo”. Cuesta entenderlo, pero así es. Lo establece el Informe Anual del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que da cuenta de diversas amenazas terroristas a nivel global. Chile, en los últimos veinte años, figura en dicho informe –una verdadera Biblia para tipos como Hinzpeter, podría uno suponer- como un país “libre del flagelo del terrorismo doméstico e internacional”. Pese a ello, del 2001 a la fecha, en al menos 15 oportunidades los gobiernos chilenos de turno han invocado la aplicación de la Ley 18.314 que sanciona conductas terroristas, especialmente contra ciudadanos, comunidades y organizaciones del pueblo mapuche. Ojo con la fecha: año 2001, post 11 de Septiembre. ¿Paranoia mundial tras lo de las Torres Gemelas? ¿Oportunismo político de las autoridades? ¿Todas las anteriores?
“Algo no cuadra en esta historia del terrorismo mapuche”, me comenta un colega de la agencia EFE, enviado a reportear el trágico incendio en Carahue. “No usan armas de guerra, no atacan a población civil, no realizan atentados en zonas urbanas, no reivindican políticamente los sabotajes que se realizan en zonas rurales, no practican el secuestro, tampoco la extorsión económica, mucho menos las ejecuciones selectivas ni se declaran fuerza beligerante ante el Estado y el Ejército nacional. Y lo más paradójico, los únicos muertos a la fecha son de vuestro lado, chicos veinteañeros asesinados por agentes estatales y cobardemente por la espalda”, agrega.
“Si los mapuches fuéramos en verdad terroristas nadie en Santiago dormiría tranquilo. Se lo aseguro peñi”, me advirtió un lonko de LleuLleu. “Pero seria ir contra nuestra cultura, contra nuestra propia cosmovisión”, agregó enseguida. Y es verdad. Los chilenos ni se lo imaginan, pero existen pocas culturas tan abiertas al intercambio, a la mezcla, al cruce, a los préstamos culturales, como la mapuche. Y por lo demás, tan protocolares, diplomáticas y pacíficas a la hora de hacer política. ¿O en verdad usted creyó el cuento de Caupolican cargando un pesado tronco para ser elegido Toqui? Burda caricatura de nuestro William Wallace, un magnífico estratega político y militar reducido a un salvaje “bruto” y “descerebrado”. En Temuco hace poco inauguraron una estatua de don Caupo. Está en pleno centro. “Papá, ¿quién es ese hombre?”, preguntó mi hija cierto día. “Un obrero forestal”, le respondí.